Por
Matilde Chaves de Tobar
Dra.
en Musicología – Universidad de Salamanca
España
Dedicado a
educadores y padres de familia
quienes
tienen la entrañable misión de
formar en los valores
morales, sociales e
intelectuales de
los infantes y de la juventud.
El recargado
calendario de actividades extraescolares de los niños de nuestro tiempo,
contempla la práctica deportiva, el aprendizaje de los idiomas y la
familiarización con la informática, pero generalmente y casi en último plano,
está contemplada la música, práctica que como está comprobado es tan
beneficiosa, que desarrolla la creatividad, mejora la memoria y las habilidades
lectoras, afianza el sentido de la camaradería y la disciplina, entre otros
muchos efectos positivos; pero para ello, la música debe representar para el
infante, disfrute, juego y divertimento, nunca sufrimiento !.
Son
innumerables los estudios, investigaciones y tesis, que certifican que el
aprendizaje musical potencia una larga lista de capacidades entre los
estudiantes. Tocar un instrumento musical, además de los beneficios
fisiológicos, deja también su impronta en el carácter de los niños y su
relación con los demás. En general son personas metódicas y disciplinadas, que
cuidan los detalles, planifican bien las tareas y destacan por su capacidad de
atención.
Pensemos,
¿cómo poder llevar al individuo, desde su primera infancia, hacia el goce de la
música?. Al plantear este interrogante,
se puede pensar que ella conduce a su acto de existencia y como un acto, no se
puede comprender más que a partir de su sentido; sentido que nace de la
relación espontánea establecida entre la conciencia del individuo y el mundo de
los sonidos. Debe existir un fundamento
entre el hombre y los sonidos. Es básico e importante tener en cuenta que la
música, así como otras artes se hallan íntimamente ligadas a un medio, a una
época y a una cultura.
Las etapas por
recorrer en el arduo, pero hermoso camino de la música, deben tener firmes convicciones: la primera, saber que el
viaje hacia el conocimiento musical encierra un gran valor formativo para
quienes lo inician, la segunda, cada etapa del aprendizaje, apoyada en una
buena metodología, permitirá al niño, alcanzar los objetivos inmediatos en el
contexto del aprendizaje musical, ir más de prisa y llegar más lejos, tanto en
lo instrumental, como en lo coral y en lo teórico, la tercera, que la
evaluación, es la mejor forma de conocer el desarrollo y los avances alcanzados
a lo largo del proceso – aprendizaje de la música y la cuarta y última, que la
música llegue a convertirse en elemento integrador y formativo desde la
infancia.
Pero siempre nos
preguntamos, porqué unos niños son más musicales que otros? La respuesta
corresponde en primera instancia, a la herencia genética que cada individuo
trae consigo; sin embargo, aquellas capacidades naturales que cada persona
tiene, deben ser alimentadas desde la más tierna infancia. Se ha comprobado que
aquellos que por fortuna han tenido unos padres sensibles a la música, a la
pintura, a la danza o a cualquier otra
actividad creativa, han tenido una infancia rica en vivencias positivas y desde el vientre materno, los vínculos
cerebrales entre madre e hijo han sido más fuertes y aquellos niños estarán en
una posición más ventajosa, frente a
quienes han crecido sin ellas.
Pero examinemos,
qué es el pensamiento musical?, “El pensamiento musical no tiene mezcla y se
haya reducido a su pura esencia”[1]
La música es una expresión de nuestra afectividad y por ello es conmovedora y
nos hace vivenciar los sentimientos en la emoción de lo bello.
La mejor manera
de comprender lo que es el Pensamiento Musical, es utilizando aquel
procedimiento que consiste en buscar las asociaciones intuitivas e instintivas
que nos ofrecen los distintos elementos de
la música. Cuando un músico tiene en sus manos una partitura, lo primero
que hace es escuchar mentalmente la música escrita, teniendo en ese momento
claridad en el ritmo, en la tonalidad y percibiendo la sonoridad y por ende, su
estructura y significado y cuando escucha ya la interpretación, instintivamente
reconoce el estilo, la forma y sus elementos; en una palabra reconoce un
todo y disfruta de la música; cuando
alguien ajeno a los tecnicismos musicales, escucha cualquier tipo de
música, se limita al disfrute de lo que
esta le trasmite a la par que le hace conocer la emoción de lo bello.
Elementos tan
implícitos en la música, como el ritmo, la melodía y la armonía, será posible discriminarlos y
vivenciarlos a través de la enseñanza
musical, pero cómo saber ayudar al niño al logro de esos objetivos? No se trata simplemente la acción de enseñar
una cuantas piezas, ni de realizar un proceso de simple corrección de errores
durante la hora de clase, pues este procedimiento se torna tedioso y poco
motivador para el niño.
Desde mi
experiencia pedagógica, recomiendo un trabajo simultaneo en el que, paralelamente
con la exploración en cuanto a lo rítmico,
lo melódico y lo expresivo de una pequeña pieza, combinando con unas
cuantas escalas, con un poco de lectura a primera vista y con el entrenamiento
auditivo, buscando siempre las conexiones entre estos patrones musicales y
haciendo que unos deriven de otros, enriquecido lo anterior con la práctica de
conjunto, ya sea coral o instrumental, se llegue al avance permanente del
aprendizaje musical; una idea lleva a otra; me explico: buscar las conexiones entre las escalas y el
entrenamiento auditivo, el entrenamiento
auditivo y las piezas, las piezas y la memoria, la memoria y la expresión, la
expresión y la improvisación, el ritmo y la lúdica. Esto es muy válido tanto en el trabajo vocal
como en el trabajo instrumental. Pienso que con este proceso o procedimiento,
las clases podrían mejorar y llegar a ser más creativas, el que hacer musical
con los niños, más ameno y el rendimiento para ellos será mayor. Se hace
necesario que al enseñar una obra, el
maestro esté preparado en el conocimiento profundo de su labor e identifique,
escalas, arpegios u otros patrones melódicos y rítmicos, como la articulación,
así como tener el conocimiento de la época en que fue compuesta, sepa quién la
compuso - puede darse el caso que sea una obra anónima- , conozca el contexto
social y el etilo, básicos para hacer una buena interpretación y llegar a una
mejor expresión. No se debe empezar por enseñar la pieza en si, sino, sus
ingredientes. Lo primordial, iniciar con la búsqueda de las conexiones
musicales valiéndose ´- como ya se dijo -, del entrenamiento auditivo, del
trabajo a través del juego de los sonidos de las escalas, afianzando el sentido
de tonalidad, ejercitando la memoria, la lectura a primera vista, la
interpretación de un instrumento y trabajando a
la par, la teoría; de esta forma, las habilidades musicales podrán
despertarse, los conocimientos asociados a ellas y la comprensión musical
iniciará un proceso de correlaciones importantes y propias del enseñanza
musical. Aplicar estas pautas metodológicas al trabajo de canto coral,
beneficiará a los niños, tanto en forma individual como al conjunto. Lo
primordial, es que los niños reciban la instrucción con cariño y se diviertan
con la música, pues haciendo comprender sus partes e irlas relacionando entre
sí, permitirá despertar su interés.
Iniciarse en la música, no es solo aprender la teoría musical; a la par
el niño puede empezar con un instrumento musical. Infinidad de actividades se
pueden realizar para motivarle al iniciarse y
lo más importante, continuar en este maravilloso mundo de la música.
“La música es una actividad
consiente y deliberada ejercida con el concurso de elementos sonoros y dirigida a la expresión y el goce anímico.”[2]
En
conclusión, con esta premisa, es posible analizar las grandes posibilidades que
se tienen, en el campo de la experimentación y la creación musical en el
individuo, en las que interviene, no solo su voluntad de interpretación, sino
la habilidad por parte de los maestros, para orientar la actividad según los
dictados de su sensibilidad y a su arte en el manejo de los elementos que la
conforman.